Perico Delgado, Sara Andrés y Saúl Craviotto se unen para concienciar sobre la importancia de la salud bucodental.
Tan solo dos de cada diez pacientes acuden al dentista las dos veces al año recomendadas por los odontólogos, según el último Estudio Sanitas de Salud Bucodental. Este dato pone de manifiesto la necesidad de trasladar a la población la importancia de la prevención en salud bucodental. Por este motivo, deportistas de elite pertenecientes al Equipo Sanitas participan en La Sonrisería. Se trata de una campaña de Sanitas Dental en clave de humor para transmitir que la odontología preventiva es fundamental para mantener una sonrisa saludable.
¿Quieres saber lo que más hace sonreír a Perico, Sara y Saúl? ¿Y cómo utilizan el humor en su día a día? Aquí puedes conocerles mejor:
Si para mí el humor ha sido clave en mi vida, me ha ayudado a superar los momentos más difíciles y me rijo por él ahora mismo, no existe día que no haga alguna broma, cuente un chiste o me ría de mí misma a carcajadas.
Los niños no tienen prejuicios ni ideas preconcebidas y todo es nuevo y sorprendente, la vida para ellos es una continua sorpresa, es diversión pura por aprender y descubrir. Ese sentimiento se traspasa de unos a otros y me veo envuelta en esa ilusión permanente por la vida que es fantástica.
Me hace sonreír estar rodeada de mi gente, compartir momentos juntos, proyectos,… me gusta bailar, conocer sitios nuevos y disfrutar todo ello con los míos.
¡Ay, no lo sé! Es que me gustan todas las profesiones, si me lo hubieras preguntado hace años te diría que dudaba entre profesora y ser fisioterapeuta. Ahora que conozco más ámbitos profesionales, me encanta estar con gente y formar parte de un evento, también me gusta mucho aunque sea amateur el teatro… así que la respuesta es que me gustan muchos ámbitos y… no sabría cuál elegir!
Principalmente para moverme por la ciudad. Mis amigos estaban en otro barrio diferente a donde vivía y con la bici tardaba 5 minutos en llegar.
Aunque desde el primer año que empecé a competir, ganaba carreras, mi padre siempre insistía que de la bicicleta no iba a vivir y que por lo tanto estudiase. No fue hasta 1983, ya como profesional, cuando fui consciente del futuro que me esperaba.
He practicado varias disciplinas, de pequeño atletismo y baloncesto, como profesional hacía en invierno esquí de fondo y un poco de windsurf en las vacaciones. Cuando colgué la bici, empecé con pádel y golf principalmente.
Correr a pata sí, lo otro tampoco me lo tomé muy en serio y era regular.
Son muchas anécdotas, pero lo mejor ha sido la oportunidad de viajar a muchos países y conocer gente diferente.
También hay muchas anécdotas, pero hay una especial que fue entre trágica y cómica:
estábamos subiendo un puerto que era final de etapa en el Tour de Francia, subíamos rápido, como podíamos entre tanta gente, ya que llegábamos tarde a la emisión y… sin darme cuenta me llevé por delante a un ciclista. Preocupado le pregunté cómo estaba en francés y desde el suelo me contestó: “¡Coño! si eres Perico. ¿Me firmas un autógrafo?”
No creo que ayude a conseguir cualquier cosa, pero tratas de ver el aspecto positivo de las cosas.
Hay una anécdota, que aún habiendo pasado ya más de 10 años desde que ocurrió sigue sacándome una sonrisa y cuento a menudo. Aunque también me pone un poco los pelos de punta cuando pienso que todo podría haber salido de otra manera…
Como mucha gente, padezco una pequeña dismetría en las piernas. Lo que significa que mi pierna izquierda es 11 mm más corta que la derecha. Es algo que en mi vida normal no me ocasiona molestias ni problemas, pero para mis entrenamientos y competiciones utilizo un pequeño taco de madera, sobre el que apoyo el pie izquierdo para equilibrar las fuerzas, debido a que el “tren inferior” también es importante para el impulso de la piragua.
Llevo casi toda la vida utilizando este “taco” y obviamente, cuando me enfrenté a mis primeros Juegos Olímpicos, mi fiel compañero también me acompañó a Pekín 2008.
No sé si fueron los nervios o un pequeño despiste que podía haber pagado muy caro… pero minutos después de haber conseguido mi primer oro olímpico, cuando pasaban tantas buenas sensaciones por mi cabeza, iba remando camino a lo más alto del podio de Pekín y al ir a quitarme el taco me di cuenta de que ¡¡¡LO HABÍA COLOCADO BAJO EL PIE DERECHO!!!
Creo que por unos segundos me quedé pálido, perdí la respiración y todo se me encogió, ¡¡¡Había estado 4 años preparándome para el momento más importante de mi vida y había competido con una dismetría de 22mm!!!
Afortunadamente, todo salió bien y ahora ha quedado en una divertida anécdota. Además, me ayuda a pensar que no todo es estar al 100% físicamente el día de la competición más importante, sino que otros factores como el mental, el social, el trabajo que se haya hecho previamente o disfrutar en ese camino, van a ser claves también en nuestra ruta hacia el éxito.
Siempre me he considerado un afortunado ya que tengo el lujo no sólo de trabajar de lo que más me apasiona, sino que además mi “oficina” es un embalse totalmente natural, rodeado de naturaleza, al aire libre, sin ruidos ni contaminación. Esto es algo que siempre me hace sonreír. Pero también es verdad que al igual que todos, mi trabajo tiene también momentos muy duros. Jornadas muy intensas de entrenamiento constante, días de invierno en los que hay que “entrar al agua” cuando esta lloviendo y con temperaturas realmente bajas, etc.
También lo paso muy mal cuando tengo que viajar, que son numerosas veces al año. Esto es lo que peor llevo, ya que me obliga a estar muchos días alejado de mi mujer y mis dos hijas. Pero en esos malos momentos, lo que siempre hago es pensar en ellas o ver alguna de sus fotos. Eso es lo que me hace sonreír realmente y me sirve para darme cuenta de que por ellas todo vale la pena.
Siempre es difícil saber un momento concreto. Además en mi carrera he tenido muchos más fracasos que éxitos y en esos momentos es cuando es clave pensar que el sacrificio realmente merece la pena.
Creo que si tuviera que decir un momento clave, sería con 15 años. En ese momento estaba en Madrid, entrenando en el Centro de Alto Rendimiento y viviendo con otros deportistas de máximo nivel en la residencia Joaquín Blume.
Toda mi vida la dedicaba a entrenar, alejado de mi familia, de mis amigos, mi ciudad… pero había entrado en el equipo nacional sub-18 y veía que tenía posibilidades de estar en lo más alto y optar a participar en unos Juegos Olímpicos. Era donde quería estar y por ello puse todo mi empeño y dedicación en conseguir mi sueño.
Por supuesto es un gran reto, pero el esfuerzo y dedicación merecen la pena. Lo que realmente es importante y esencial es que ese duro trabajo vaya acompañado de una enorme experiencia personal. En mí día a día estoy rodeado de muchas personas: compañeros, entrenador, equipo técnico, mi familia y amigos que me apoyan… Creo que el buen ambiente, ese buen rollo, complicidad, bromas y demás con los compañeros y equipo es fundamental para que el camino hacia nuestro siguiente objetivo no sea tan duro y realmente merezca la pena.